Por Ramón Cabrera Salort
“No hay un tiempo astronómico, que es el mismo
para todos, sino diferentes tiempos interiores”
Ernesto Sábato
Ernesto Benítez es un joven artista que desde mediados de los 90 viene construyendo una sólida propuesta visual asentada en preocupaciones ontológicas humanas de sesgo universal –lo espiritual, lo material, la vida, la muerte. Desde su exposición “La luz del cuerpo” de 1998 inició una poética centrada en lo alquímico, en el artista como chamán y materiales como el carbón vegetal, la ceniza, la sal, la madera y el hierro, o la fotografía como procedimiento transmutativo, entre otros, han constituido componentes de configuración de sus propuestas. En la Décima Bienal de La Habana Ernesto ha proseguido su saga del adepto –el adepto será el alquimista que avanzado en conocimientos y sabiduría vela por la pureza de la Obra- con su muestra personal Saṃsāra. El propio artista se encarga de aclararnos que con tal título alude al ciclo de transmigraciones en la realidad del mundo temporal y fenoménico[1]. Vuelve así Ernesto a sus acostumbrados referentes mítico-mágicos y a su alusión directa a la muerte como el reverso necesario de la vida. Con esto deja constancia de aquello que Sábato señalaba como la condición metafísica del hombre: su ansia de absoluto, el impulso a la rebelión, la angustia ante la soledad y la muerte. Ahora, sin embargo, sin abandonar temáticamente tal condición, efectúa su propuesta desde otra perspectiva morfológica auxiliada por la tecnología digital.
La pieza de la muestra, según la describe su propio autor -es la reproducción escultórica de un cipo funerario, lápida empleada en cementerios para marcar el sitio de una sepultura, tallado en mármol de aproximadamente 50 x 70 x 20 cm. En lugar de las inscripciones que tradicionalmente suelen grabarse en la superficie frontal de esas estelas para referir el nombre del difunto y las fechas de nacimiento y muerte, se disponen tres referentes digitales construidos para esta. El primero lo identifica como el difunto a quien está dedicado el cipo y lo señala no por su nombre sino por un conjunto de números de impersonal y críptica referencia– ¿número de pasaporte, de identificación de cualquier naturaleza? El hombre contemporáneo como cifra. El segundo son dígitos de alusión individual con la fecha y hora exactas de nacimiento del artista (año, mes, día, hora, minuto y segundo sin separaciones entre ellos, pues el tiempo es un fluido, un algo que corre). Un tercer referente es un reloj que marca en tiempo “real” la fecha y la hora del momento de la exposición. Son tres referentes numéricos, uno claramente advertido como reloj pues sus dígitos cambian, mas sin que sepamos a cabalidad qué mide -¿reloj de qué?- y los otros dos -¿posibles relojes detenidos? ¿habitantes, entonces, de una isla detenida en el tiempo?- expuestos a la evidencia de la conjetura y la perplejidad del espectador. Entre esas tres referencias numéricas se alude a la realidad de lo que somos: ese entretejido de números señala el enigma de la existencia como un “ajeno” –somos siempre numerados por otros- y su poquedad –apenas unos dígitos marcan nuestra identidad. El propio espectador asiste inadvertido al tiempo presente de la obra que no más percibido ya es lo pasado, incluso su pasado.
Pero Saṃsāra, también, debe parte de su contundencia expresiva al espacio donde fue colocada la pieza. La elección del lugar de exposición fue asunto de delicada y aguzada búsqueda para el artista. El encuentro de esa habitación en el Convento de Santa Clara resultó una revelación y creó un ámbito. Inusual para intenciones expositivas comunes, para acoger la pieza de Ernesto Benítez se constituyó en parte sustantiva de la propuesta: el musgo y la humedad, el descascaro de sus muros, la lobreguez del recinto y los vanos de ventanas en abandono, entre las cuales se situó el cipo, sellaron un testimonio de cambios imperceptibles en medio de lo íngrimo, el ambiguo suceder que acompaña a la muerte en el río de la vida y la evidencia, entre otras, de que no hay un tiempo astronómico para todos, sino diferentes tiempos interiores.
2 de mayo 2009.
[1] ‘Saṃsāra’ se refiere al concepto de reencarnación en diversas tradiciones filosóficas. Según el budismo la perenne ronda del saṃsāra no tiene ni principio ni fin y todos estamos atrapados en ella hasta que ganemos la ILUMINACION. El artista concibe intencionalmente su pieza vinculada a tales referentes.